DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v20i51.967


El futuro como construcción textual: el aporte de la semiótica al estudio de la discursividad temporal

Sebastián Moreno Barreneche*

Resumen. Este artículo pretende contribuir al estudio de la segmentación temporal –en particular, del futuro– a través de una presentación de los aportes realizados por la semiótica. Para la semiótica, la organización del tiempo en categorías como “pasado”, “presente” y “futuro” es el resultado de un proceso de segmentación y construcción discursiva que se caracteriza por su naturaleza relacional y eventiva: se trata de un proceso basado en el establecimiento de oposiciones y diferencias entre acontecimientos que sirven para dar linealidad a la experiencia humana. Así, mientras que el presente es un tiempo actual, el pasado y el futuro se caracterizan por su ausencia y solo son accesibles a través de textos. El artículo presenta una concepción general desde la semiótica del futuro como una construcción textual e ilustra el argumento con un conjunto de ejemplos concretos.

Palabras clave. Futuro; semiótica; constructivismo; cambio climático; ficción distópica.

Future as a textual construction: the contribution of semiotics to the study of temporal discursivity

Abstract. This article aims to contribute to the study of temporal segmentation – in particular, of the future – through a presentation of Semiotics’ contributions. For Semiotics, the segmentation of time into categories such as “past”, “present” and “future” is the result of a process of segmentation and discursive construction characterised by its relational and eventive nature – it is a process based on establishing oppositions and differences between events that serve to give linearity to human experience. Therefore, while the present is an actual time, the past and the future are characterised by their absence and are only accessible through texts. The article presents a general conception of the future from a semiotic perspective as a textual construction and illustrates the theoretical argument with concrete examples.

Key words. Future; semiotics; constructivism; climate change; dystopian fiction.

Introducción

El sentido común, que es un sentido compartido que se construye y desarrolla a partir de la pertenencia del individuo a un campo cultural determinado –una semiosfera, en términos semióticos–, nos enseña que existen tres instancias temporales mayores: el pasado, el presente y el futuro. Son estos los tres tiempos existentes en distintas lenguas para organizar sus conjugaciones verbales: por mencionar algunos ejemplos, en español se habla de “pretérito”, “presente” y “futuro”; en francés, de “passé”, “present” y “futur”; en italiano, de “passato”, “presente” y “futuro”, en inglés, de “past”, “present” y “future”; y en alemán, de “Vergangenheit”, “Präsens” y “Futur”. La segmentación del continuum temporal en tres instancias es común a estas (y tantas) otras lenguas.

Estas tres categorías, resultantes de la segmentación del tiempo en tres instancias que remiten a lo que fue, lo que es y lo que será, suelen englobar otras subcategorías, dependiendo de la relación del evento al que el tiempo verbal refiere con el momento de la enunciación. En un ensayo en el que busca dar cuenta de la subjetividad en el lenguaje, el lingüista Émile Benveniste (1977) distingue entre tiempo físico, tiempo crónico y tiempo lingüístico y propone que “lo que tiene de singular el tiempo lingüístico es que está orgánicamente ligado al ejercicio de la palabra, que se define y se ordena como función del discurso” (Benveniste, 1977, p. 76). A modo de ejemplo, el futuro anterior (Bertrand, 2021) refiere a un tiempo aún no existente en el momento de habla, que habrá ocurrido antes de un evento futuro respecto a ese momento: “cuando finalice el año 2023, habré publicado un artículo sobre el futuro en la revista Andamios”.

De este modo, a partir de la dimensión gramátical de la(s) lengua(s) que incorporamos durante el proceso de socialización, pero también de otras normas codificadas en la cultura que aprendemos, los individuos aprendemos a pensarnos a nosotros mismos en relación a lo que fue, lo que es y lo que será. Así, aprendemos a darle sentido a nuestra experiencia a partir de dicha orientación conceptual, que sirve para pensarnos en términos fenomenológicos respecto a estas tres instancias temporales: cuando un maestro pide a sus alumnos que escriban algunas líneas sobre qué hicieron durante sus vacaciones o qué quieren ser cuando sean grandes, es precisamente este mecanismo de recuperación del pasado y de proyección hacia el futuro desde un momento presente lo que está en juego.

Desde una perspectiva semiótica –esto es, aquella que se interesa por estudiar la producción, la circulación y el consumo de sentido y significación en la sociedad–, la segmentación temporal y sus categorías no deberían ser concebidas como el resultado de una realidad ontológica y extradiscursiva (el tiempo físico propuesto por Benveniste), sino como el resultado de un proceso de segmentación en el que, a través del uso del lenguaje, se construye discursivamente una temporalidad que, aunque supuestamente refleja el tiempo físico de manera especular, es un procedimiento de producción textual y, por ello, una construcción cultural. El pasado, el presente y el futuro son tres unidades de sentido culturalmente segmentadas (Eco, 2001) a las que se dota de sentido a través de textos, discursos, narrativas, prácticas, imaginarios sociales y otros mecanismos de sumo interés para la semiótica.

Este artículo busca contribuir al estudio de la segmentación temporal –y, en particular, del futuro– desde una perspectiva semiótica. Concretamente, el artículo aborda al futuro como una categoría resultante de la segmentación temporal que es construida discursivamente y accesible a través de textos de distinta naturaleza. Después de un vasto y productivo desarrollo de una semiótica del pasado a través del estudio de la memoria colectiva, varios semiotistas han realizado contribuciones recientes al estudio del futuro,1 que pueden resultar útiles para el estudio que otras ciencias sociales realicen de esta temporalidad.

En lo que sigue, primero se presentan de modo sintético los estudios semióticos sobre el pasado, concretamente a través de los estudios sobre la memoria cultural y colectiva, ya que estos proveen el modelo teórico para pensar el futuro. Luego se presentan los estudios recientes sobre el futuro desde una perspectiva semiótica, para argumentar a continuación por qué, desde tal perspectiva, el futuro debe ser concebido como una producción textual. Finalmente, se ejemplifica el argumento teórico mediante el estudio de la circulación discursiva en el campo sociopolítico y en la ficción distópica.

Semiótica, pasado y memoria

Para todos nosotros, individuos sumergidos en culturas específicas (por lo general, desarrolladas a partir de las lenguas que aprendemos como maternas), la segmentación del tiempo es algo que nos viene dado. Por lo tanto, se trata de un sistema de significación codificado culturalmente. Este sistema se compone de tres momentos: el pasado, el presente y el futuro. Como disciplina interesada por el sentido y la significación, la semiótica ha mostrado siempre gran interés por estudiar las dimensiones discursiva y narrativa de fenómenos actuales, por lo que habría algo de intrínseco en la relación de la semiótica con el presente, en particular cuando la disciplina es concebida como una crítica de la ideología (Barthes, 1957; Eco, 1964).

Los estudios semióticos sobre la pandemia por Covid-19, el uso de redes sociales digitales y el discurso político durante su desarrollo son solo algunos ejemplos del abordaje semiótico de eventos ligados al presente. El semiotista argentino Eliseo Verón (1988) proponía que todo fenómeno social tiene una cara discursiva: es de ella que se ocupa la semiótica, junto a otras disciplinas interesadas por sentido, la significación y el discurso.

En años recientes se ha consolidado con fuerza dentro de la semiótica una línea de investigación orientada al pasado, pero no en términos históricos, sino por lo general desde una postura posicionada en el presente que estudia cómo sobrevive el pasado. Así, se ha construido una semiótica de la memoria interesada por echar luz sobre los procesos a través de los cuales el pasado se conserva en textos, prácticas, monumentos y rituales compartidos, entre otros procesos de naturaleza semiótica, que sirven como vehículos de la memoria (Assmann, 1991). Esta línea de investigación ha sido particularmente fructífera en Italia: en la Universidad de Bolonia, el Centro de Estudios Semióticos sobre la Memoria (TraMe) ha sido un espacio de consolidación de esta línea de investigación. De hecho, muchas de las principales investigaciones en el campo son producto de miembros de este Centro, como los estudios sobre los museos y sitios de conmemoración (Violi, 2014a), el rol de los monumentos en el relacionamiento con el pasado (Bellantani y Panico, 2016), la gestión del patrimonio edilicio en conflictos bélicos (Mazzucchelli, 2010), la función de la fotografía, del archivo y del arte en la recuperación de la memoria (Violi, 2014b; Demaria, 2012; Demaria y Violi, 2017) y prácticas de conmemoración respecto a eventos traumáticos (Sharman et al., 2017).

En estos estudios, el pasado no es considerado algo dado, fijo y cerrado, sino el resultado de una construcción textual que sobrevive el paso del tiempo en dispositivos textuales y que, por esa razón, puede ser renegociado. Si bien es cierto que determinados eventos ocurrieron, hay un espacio de indeterminación entre dicha ocurrencia y cómo estos son percibidos y recordados por individuos y grupos, como sucede con el trauma (Violi, 2014a). Aunque una persona pueda estar segura de que un evento determinado ocurrió –y de cómo ocurrió, según cómo ese evento haya sido vivido desde la experiencia y subjetividad de dicha persona–, este no es el caso cuando se trata de eventos recordados colectivamente: las interpretaciones pueden diferir, variar en el tiempo y oponerse unas a otras (Campbell, 1992). Por eso, la construcción y la conservación que ciertos textos hacen de eventos ubicados en el pasado juegan un rol importante en cómo el pasado colectivo se recuerda, así como también qué (y cómo) se olvida (Assmann, 2016; Eco, 1988).

En este sentido, la construcción semiótica (en términos discursivos, narrativos, imaginarios, etc.) del pasado importa porque, como propone Patrizia Violi “a partir de la representación más o menos verídica que damos a nuestro pasado, construimos nuestra identidad presente y, sobre todo, la futura, y en base a ella nos contamos, nos relacionamos con los demás; producimos, en síntesis, cultura” (2014a, p. 18). En este sentido, los relatos sobre el pasado contribuyen a la construcción de la identidad –personal y colectiva– en términos narrativos (Ricoeur, 1991): qué y cómo recordamos el pasado –sea individual o colectivo– incide en cómo le damos sentido al presente y, más importante, cómo nos proyectamos hacia el futuro.2

A modo de ejemplo, en América Latina –en particular, en el Cono Sur: Argentina, Chile y Uruguay–, las prácticas semióticas de conmemoración de los detenidos-desaparecidos durante las dictaduras militares de las décadas de 1970 y 1980 dan cuenta de cómo se construye una determinada narrativa del pasado, con roles narrativos claramente definidos: el enemigo, la víctima, una situación de carencia, etc. Por esta razón, investigadores en semiótica se han interesado por estudiarlas (Violi, 2014a; Lorusso, 2015, Sharman et al., 2017). En estos estudios, así como en tantos otros orientados a dar cuenta de las estrategias semiótico-discursivas y narrativas a través de las que se tematiza el pasado, es común una premisa constructivista según la cual al pasado se accede a través de textos, entendidos en un sentido amplio, esto es, como documentos escritos, pero también fotografías, espacios, exposiciones en museos, etc. En términos del tiempo crónico (es decir, aquel que se organiza en acontecimientos, según la propuesta de Benveniste), el pasado ya ocurrió y es accesible a nuestro sistema perceptivo como una copia, que no es un reflejo fidedigno de dichos eventos, sino una construcción mediada culturalmente.

En síntesis, la semiótica no aborda el pasado desde una perspectiva ni ontológica ni historicista, sino desde una ubicada en el presente e interesada por dar cuenta de cómo ciertos indicios y marcas empíricamente perceptibles vehiculizan sentidos relacionados con el pasado: a partir de artefactos textuales concretos, se estudia cómo estos sirven para construir dentro de una esfera pública dada (la mexicana, la argentina, la uruguaya, etc.) una cierta modelización del pasado y, así, de una identidad colectiva. En términos semióticos, a partir de una presencia empíricamente perceptible a través de los sentidos (palabras, imágenes, relatos, etc.), se presentifican eventos pasados caracterizados por estar ausentes dado que forman parte del pasado, un tiempo que, por definición lógica, no puede coincidir con el presente. Como proponen Daniele Salerno y Jorge Lozano


el hecho histórico no es un simple e inmediato datum de la realidad, sino un texto (o un conjunto de textos) que viaja a través del tiempo y alcanza al historiador, que lo interpreta y (re)escribe mediante textualidades y géneros que constituyen el marco para su interpretación (2020, p. 198).


Entonces, al estudiar el pasado los y las semiotistas se interesarán por cómo ciertos eventos ubicados en un tiempo que ya no es son seleccionados y presentados por distintos actores sociales (el Estado, familiares de víctimas, colectivos activistas, etc.) en términos discursivos, imaginarios y narrativos. Esto es así porque la semiótica sociocultural tiende a abrazar una premisa según la cual el sentido se aprehende narrativamente, a través de historias (Paolucci, 2012; Greimas y Ricoeur, 1989; Marrone, 2007). Por lo tanto, cómo un grupo se cuenta a sí mismo su pasado será determinante en comprender su identidad y, con ella, su programa narrativo orientado al futuro.

La semiótica y el estudio del futuro

La semiótica se ha ocupado con gran interés de estudiar el pasado y cómo este sobrevive en dispositivos textuales que lo construyen como parte de una memoria colectiva que, por definición, es compartida y puede ser espacio de disputa política. Recientemente, investigadores en semiótica se han interesado por pensar también el futuro utilizando la misma perspectiva. Dos números recientes de prestigiosas revistas italianas de semiótica –el número 32 de E/C, coordinado por Alice Giannitrapani y Anna Maria Lorusso (2021), y el volumen 131 de Versus, coordinado por Daniele Salerno y Jorge Lozano (2020)– versan sobre el tema y reúnen una serie de artículos en los que se abordan distintos productos culturales (declaraciones políticas, literatura, series televisivas, etc.) en los que se evidencian construcciones textuales del presente que remiten a eventos posibles futuros, ya que es en un tiempo cronológico futuro que estos se localizarían.

De este modo, en la gran mayoría de los artículos (si no en todos) incluidos en los dossier de estas dos revistas queda en evidencia la premisa constructivista mencionada en la sección anterior: como proponen Salerno y Lozano, la tarea de la semiótica en este campo consiste en estudiar


las formas de presentificación del futuro desde un enfoque relacional de la temporalidad –ya que– el futuro emerge siempre de una relación con el pasado y con el presente y puede ser representado como un eterno retorno de lo mismo, como una negación (nunca más) o como la superación del pasado (progreso) (2020, p. 189).


En este sentido, la perspectiva de la semiótica sobre el futuro parecería ser simétrica a la que tiene respecto al pasado. Sin embargo, aunque compartan algunas características en relación a su dependencia de textos para poder ser materializados y, así, empíricamente perceptibles, pasado y futuro difieren: mientras que el primero ya ocurrió y puede ser evidenciado a través de trazos y marcas (una huella en la arena indica que alguien pasó por allí), el futuro es siempre una potencialidad que puede ocurrir o no pero que siempre se imagina y presenta a partir de su relación con el presente. En este sentido, la construcción imaginaria y discursiva del futuro depende de los conocimientos y recursos semióticos que se poseen en el momento de la producción textual –el discurso, la novela, la serie, la imagen– que refiere al tiempo futuro.

Más allá del interés que las materializaciones textuales de la imaginación del futuro tienen en cuanto que productos culturales que vehiculizan un sentido, dicha imaginación es importante en términos prácticos porque puede incidir en el presente, concretamente en la praxis humana. Como proponen Salerno y Lozano “los modos en que imaginamos circunstancias futuras y potenciales son semióticamente relevantes en la orientación de la interpretación, la representación y la acción en el presente” (2020, p. 193). Al estudiar los discursos sociales que refieren a una eventual catástrofe climática (Tassinari, 2020; Burgio y Facchetti, 2020; Bertrand, 2021), la construcción discursiva del futuro sirve para guiar las acciones del presente.

Así, el futuro es ciertamente un tiempo cronológico ausente, esto es, sin una existencia que pueda ser perceptible empíricamente de manera directa y que, por lo tanto, se construye en discursos e imaginarios sociales, en un proceso en el que median la cultura y el conocimiento compartido: como propone Arjun Appadurai, “es en la cultura que las ideas sobre el futuro, así como aquellas sobre el pasado, se incrustan y nutren” (2013, p. 179). En este sentido, los textos producidos por una cultura respecto a lo que será se conciben como “dispositivos que modulan y regulan la relación entre pasado, presente y futuro, entre el horizonte de expectativas y el espacio de la experiencia” (Salerno y Lozano, 2020, p. 195).

En el caso del discurso político, el futuro desempeña un rol central ya que las decisiones en el presente suelen justificarse con resultados esperables en el futuro. En este sentido, como propone Verón (1987, p. 22), la promesa y el compromiso tienen una importancia central y representan “el peso de los fantasmas del futuro” en este tipo de discurso social. Esto es así porque en el presente se realizan análisis y prognosis racionales (Koselleck, 1979) que funcionan como punto de partida para eventos a ser desarrollados en el futuro. Como propone Denis Bertrand, en el campo político


el futuro es el tiempo de la visión, de la promesa, del proyecto, del programa; y el pasado, es el de la memoria y del olvido […], pero también el de la rendición de cuentas, de la historia, de la conmemoración y de todos los rituales de la identidad compartida (2021, p. 35).


Claramente, en dicha proyección racional que se realiza de un estado actual de cosas en el futuro siempre puede intervenir un evento explosivo e inesperado, como una pandemia.

En cuanto que discurso social, el discurso político suele construirse como un discurso que refiere al futuro en relación a dicho presente (y también al pasado). Por lo tanto, puede ser un tipo de discurso continuista o reformista, según la relación que establezca entre lo que es y lo que será. En ambos casos, la continuidad y la reforma se materializan en determinados textos que permiten acceder a la ideología subyacente a la acción política: si se puede decir de un político, un partido o un movimiento que es continuista o reformista, esto es gracias a cómo sus producciones textuales (discursos, publicidades, acciones, decisiones, etc.) vehiculizan una determinada relación entre eventos ubicados en el pasado, el presente y en el futuro.

En síntesis, así como el pasado se conserva en textos que construyen una determinada visión de los acontecimientos ocurridos cronológicamente antes del tiempo presente, el futuro –en cuanto que construcción textual realizada desde el “aquí y ahora” de la enunciación– también es accesible a través de dispositivos textuales producidos por individuos y colectivos que forman parte de una cultura. Estos dispositivos, a diferencia de aquellos que conservan –y construyen– el pasado, pero también como ellos, orientan las acciones de los actores sociales en el presente. Por eso, estudiar la presentificación del futuro a través de análisis de textos de distinta naturaleza (discursos, imágenes, obras de arte, ficción literaria, exposiciones, etc.) es una tarea que, muy probablemente, en los próximos años tendrá un lugar central en la semiótica.

El futuro como construcción textual: ejemplos

Según Salerno y Lozano, “estudiar el futuro como un tiempo de la historia implica, desde una perspectiva semiótica, examinar textos, analizar cómo estos modulan la experiencia y la expectativa, el pasado y el futuro, la memoria y la anticipación” (2020, p. 190). Dicho enfoque es relacional y eventual: lo primero, porque implica asumir que pasado y futuro son categorías que cobran sentido por oposición entre sí y respecto al tiempo presente; lo segundo, porque no se trata de estudiar cosas, sino eventos y cómo éstos –o, al menos, algunos de sus aspectos– cambian en el tiempo (Salerno y Lozano, 2020, p. 191).3

Para los autores, “los modos de existencia semiótica del futuro pueden ser descritos como el resultado de una red de eventos que conectan lo que ocurrió, lo que está ocurriendo y lo que ocurrirá o puede ocurrir” (Salerno y Lozano, 2020, p. 192). En este sentido, en campos ajenos a la creatividad sin límites como la artística (Byrne, 2005), se habla de un tipo de racionalidad práctica (Pereira, 2018) que realiza una prognosis a partir de lo que de hecho es. Es por eso que la orientación al futuro tiene un rol central en el campo político, concretamente a través de la imaginación racional (Pereira, 2018; Moreno, 2022).

En nuestra sociedad contemporánea, globalizada e hipermediatizada, el futuro se presentifica de varias maneras, algunas de ellas provenientes de contextos culturales ajenos a nuestra vida sociocultural cotidiana. En lo que sigue, se ilustrará la perspectiva semiótica respecto a esta instancia temporal a partir del estudio de dos campos discursivos: el sociopolítico y el de la ficción. En ambos casos se intentará dar cuenta de cómo se construyen desde el presente horizontes temporales (Bertrand, 2021) que funcionan como horizontes de expectativas (Lorusso, 2020). Como propone Bertrand, estos horizontes “se nutren de configuraciones discursivas diversas […] que tienen como efecto el poblarlas, concretizarlas, darles una consistencia, sin las que sin dudas no la tendrían” (2021, p. 35, traducción propia). Así, en cuanto estado de cosas que eventualmente tendrá una existencia real, el futuro se vuelve comprensible gracias a una figuratividad que permite que un estado de cosas potencial, virtual y posible pueda ser reconocida por los individuos como uno vinculado al mundo real, presente, tal cual es. Esto es posible solamente mediante una articulación narrativa, sea en términos lingüísticos (historias orales) o audiovisuales (historias apoyadas en imágenes y sonido).

En el discurso sociopolítico, dos acontecimientos actuales sirven para visualizar el funcionamiento de construcción textual del futuro presentado en estas páginas. El primero de ellos es el problema del cambio climático, con las visiones apocalípticas que este suele traer aparejado y que tan normalizadas están en la esfera pública global. Bertrand (2021) subraya cómo Greta Thunberg, una joven que parecería hablar desde el futuro, utiliza el tiempo verbal del futuro anterior para comunicar su mensaje a quienes tienen responsabilidad política en el presente: con lo que ustedes, políticos y empresarios, hacen actualmente, nos van a haber dejado un mundo catastrófico a nosotros, los jóvenes, que lo habitaremos en el futuro.

Además, las estrategias de comunicación puestas en marcha por gobiernos, instituciones, organismos internacionales, ONGs y colectivos activistas que buscan concientizar sobre el cambio climático suelen construir futuros posibles a partir de recursos semióticos ya existentes en la cultura, como los incendios, las olas de calor y las inundaciones: todos estos eventos sirven para nutrir y concretizar los horizontes futuros sobre este tema. Desde el presente, no se puede saber a ciencia cierta si los efectos del cambio climático realmente serán similares a lo que estos textos vehiculizan. Sin embargo, estos sirven para dar cierta figuratividad al futuro y concientizar sobre los peligros de seguir actuando en el presente como se actúa. En síntesis, nos encontramos ante construcciones textuales sobre el futuro que median e inciden en nuestro accionar en el presente.

Además, al examinar la temporalidad resulta interesante estudiar cómo esos textos evidencian ciertas estrategias discursivas ancladas en el presente, por ejemplo a través de la idea de una “toma de conciencia” de los peligros futuros de las acciones del presente y del pasado. Como propone Carlo Andrea Tassinari, “este lugar común se apoya en una ruptura temporal y cognitiva que separaría, por un lado, un pasado de despreocupación, o incluso de ignorancia, y por el otro, un futuro reflexivo e informado sobre los riesgos ecológicos” (2020, p. 255). La “toma de conciencia” sería entonces un acto cognitivo (y ético) basado en una relación del presente con el futuro, nutrido de representaciones sobre las consecuencias de las acciones del hoy en el mañana.

Un segundo ejemplo perteneciente al campo sociopolítico en el que recientemente se vio una fuerte construcción textual del futuro es el relacionado con la pandemia por Covid-19. Durante la pandemia, el tiempo histórico-cronológico se detuvo –en sentido figurado– por la acción de un virus que hizo estragos en el planeta. Rápidamente surgieron diversos tipos de narrativas que sirvieron para explicar el presente, como por ejemplo aquellas que culpaban a distintos actores sociales por la propagación del virus (Moreno, 2020b), pero también otras que dieron una configuración culturalmente codificada a la “guerra” de la humanidad contra un monstruo maligno (Moreno, 2021a), en la que rápidamente surgió un héroe colectivo cuya misión es defender a la humanidad en la primera línea de batalla: los trabajadores de la salud (Moreno, 2021b). Además, el pasado fue utilizado con frecuencia para dar sentido al presente en términos comparativos, como en el caso de la gripe española.

Ante un presente incierto que poco permitía proyectar un futuro (Landowski, 2021), los discursos sociales rápidamente se enfocaron en presentificar el futuro a través de textos y eventos narrativos. A modo de ejemplo, en Italia se popularizó la frase “andrà tutto bene” (“todo estará bien”), que no es más que una construcción textual orientada hacia el futuro cargada de optimismo y esperanza, que pretendía servir como horizonte de expectativa respecto al futuro para la resistencia en el tiempo presente de incertidumbre y que evidencia la culturalmente codificada historia con final feliz (Salerno y Lozano, 2020, p. 190). Si bien desde el presente no hay ninguna garantía de que todo estará bien, la construcción discursiva y narrativa incide en las emociones de sujetos ubicados en la incertidumbre del presente.

Un segundo campo interesante para los estudios semióticos es el de la ficción tanto literaria como audiovisual, un tipo de producción cultural que construye historias (cuentos, novelas, telenovelas, series, películas) que no dan por sentado que exista una relación referencial entre lo que se narra y el mundo extratextual. Algunos textos ficcionales recuperan el pasado y juegan con él en términos de su reconstrucción, pero sin intentar reflejarlo tal cual este fue. Simétricamente, algunos géneros de la ficción giran en torno al futuro, como la ciencia ficción y la distopía, dos géneros que tienen manifestaciones tanto en la ficción literaria como en la audiovisual.

Respecto a la ficción distópica en el campo literario (el tercer ejemplo a presentar luego de los discursos sociales sobre el cambio climático y los de la pandemia), novelas como 1984, de George Orwell, Fahrenheit 411, de Ray Bradbury, y The Handmaid’s Tale, de Margaret Atwood, presentan historias ficcionales ubicadas en tiempos futuros en los que la sociedad es distinta de la que conocemos. Sin embargo, estos universos futuros no son como aquellos que aparecen en obras de ciencia ficción (por ejemplo, con criaturas no humanas, naves espaciales, leyes de la física distintas a las que rigen nuestro planeta, etc.), sino que tienen un cierto anclaje en el mundo tal cual es. Esto es, en el mundo actual, del presente. Como propone Margaret Atwood (2005), la ciencia ficción se caracteriza por contar hechos que todavía no son posibles en el mundo tal cual es, ya que dependen de avances tecnológicos que la humanidad aún no ha alcanzado. Por eso, más que de ficción distópica, para la autora tiene sentido hablar de un tipo de ficción especulativa para referir a un género literario ficcional que, a diferencia de la ciencia ficción, “emplea los medios que ya más o menos están a mano y se desarrolla en el planeta Tierra” (Atwood, 2004, p. 513, traducción propia).

El caso de la novela The Handmaid’s Tale, publicada por la autora en 1985 y utilizada como base para una serie televisiva homónima lanzada en 2017, es un excelente ejemplo del funcionamiento de la construcción textual del futuro a partir de una crítica del presente y, particularmente, de cómo la literatura puede servir como dispositivo cultural capaz de proveer a los lectores de recursos semióticos que les permitan imaginar lo que puede llegar a pasar en términos plausibles (Moreno, 2023). La acción transcurre en Gilead, un estado ubicado en el continente norteamericano en el que reina una autocracia basada en principios teológicos que obliga a las pocas mujeres aún fértiles luego de un accidente nuclear a mantener relaciones sexuales con hombres de alto rango dentro del sistema, para que la nación pueda seguir reproduciéndose.

En The Handmaid’s Tale se presenta una construcción ficcional que se apoya en una crítica de ciertos aspectos de la realidad actual. En otras palabras, el futuro se construye textualmente a partir de un apoyo en el presente, que en la ficción es el pasado, ya que la narración se realiza desde un presente diegético que es nuestro futuro cronológico. Estos son algunos ejemplos de dicha estrategia de enunciación:

Las aceras se conservan más limpias de lo que solían estar antiguamente (Atwood, 2013, p. 18).

Alguna vez vivieron aquí médicos, abogados, profesores de universidad. Pero ya no existen los abogados, y las universidades están cerradas (Atwood, 2013, p. 21).

Aquí, las aceras son de cemento. […] Recuerdo cuando caminaba por estas aceras, en otros tiempos, y el calzado que solía usar. […] Sin embargo, nunca corría de noche, y durante el día sólo lo hacía por las calles muy concurridas. En aquel entonces las mujeres no estaban protegidas (Atwood, 2013, p. 23).

Recuerdo aquellas bolsas blancas de plástico que daban en los supermercados; como odiaba desperdiciarlas, las amontonaba debajo del fregadero hasta que llegaba un momento en que había tantas que al abrir la puerta del armario resbalaban hasta el suelo (Atwood, 2013, p. 25).

Ahora también echo de menos las habitaciones en sí mismas, incluso los horribles cuadros de las paredes […]. Las toallas nuevas de usar y tirar, las papeleras incitantes, haciendo señas a los desperdicios tirados en el suelo despreocupadamente. Despreocupadamente […] Ahora todo esto parece un imposible; como si uno se lo hubiera inventado (Atwood, 2013, p. 41-42).

Me llevan al médico una vez al mes, para someterme a diversas pruebas: análisis de orina, de hormonas, biopsia para detectar si hay cáncer, análisis de sangre; igual que antes, salvo que ahora es obligatorio (Atwood, 2013, p. 47).


Desde una perspectiva semiótica, la ficción distópica puede ser concebida como un género discursivo culturalmente codificado que da pie a la creación de textos que, si bien proponen un pacto de lectura ficcional –que, por su propia naturaleza, no genera un horizonte de expectativas por parte del lector de una correspondencia entre discurso y realidad–, parecerían tener una intencionalidad orientada a presentificar un futuro posible y plausible que se apoya en una perspectiva crítica del presente. Así, las palabras que se leen en el presente, pero enunciadas desde un futuro imaginado, sirven para llamar la atención sobre aspectos sociopolíticos preocupantes, como el patriarcado, la teología y el totalitarismo en el caso de The Handmaid’s Tale. También en casos como este, las construcciones textuales sobre el futuro pueden incidir en nuestro accionar en el presente.

Finalmente, también dentro del campo de la ficción pero ya no en el literario sino en el de la producción audiovisual (Demaria y Piluso, 2020), existen productos culturales que forman parte del género distópico, como la serie Black Mirror, creada por Charlie Brooker en 2011. En cada episodio de la serie se suele presentar una historia ubicada en un futuro no muy lejano respecto a nuestro presente, que fácilmente se reconoce como vinculado con él gracias a las prácticas socioculturales (vestimenta, atuendos, mobiliario de los espacios, etc.) que los personajes llevan a cabo. Sin embargo, la diferencia entre el presente y el futuro está en que, en el segundo, existen tecnologías que tienen efectos nocivos para la humanidad y que, por lo general, acaban en situaciones catastróficas para los personajes. Así, la serie proporciona a los espectadores narrativas que sirven como base para la construcción de imaginarios respecto a estados futuros posibles.

Lo interesante de las historias presentadas en Black Mirror es que las dinámicas de dependencia tecnológica que algunas de ellas presentan se volvieron realidad no muchos años después de la creación de los respectivos episodios, como la utilización de contenidos virales para generar efectos políticos, como ocurre en el primer episodio de la serie, The National Anthem, en el que un video viral logra que, ante la mirada atenta de todo el país, el Primer Ministro del Reino Unido mantenga relaciones sexuales con un cerdo. El fenómeno de la viralización de contenidos online, que en 2011 parecía algo todavía remoto, es en nuestro presente una realidad. Del mismo modo, los sistemas de evaluación y puntuación que estructuran el mundo ficticio del episodio Nosedive –parte de la tercera temporada (2016)– son hoy parte integral de varias aplicaciones digitales de servicios (Uber, AirBnb, etc.) e incluso algunos países, como China, han adoptado el sistema de puntuación de ciudadanos para permitirles realizar determinadas cosas y limitarlos en otras.

En los cuatro ejemplos presentados a modo de ilustración del argumento teórico, se evidencia cómo el futuro se manifiesta a través de construcciones textuales de distinto tipo realizadas mediante el uso de recursos semióticos (palabras, narrativas, imágenes, etc.) desde el presente y con un anclaje en él. Todas estas construcciones están orientadas a llamar la atención del destinatario respecto a cómo el presente y el futuro se relacionan. Por lo tanto, resulta evidente que las construcciones textuales presentadas en esta sección sirven como punto de acceso a imaginarios sociales respecto a lo que vendrá. Dado que, por su naturaleza ontológica, lo que vendrá se caracteriza por su ausencia y su potencialidad, es a través de construcciones textuales que los individuos podemos pensarlo y atribuirle algún tipo de sentido.

Conclusiones

Para una semiótica sociocultural interesada por estudiar las redes de sentido en las que los individuos estamos insertos (Geertz, 2003; Lorusso, 2015), el estudio de la segmentación temporal es una tarea fundamental, ya que permite comprender cómo los individuos, pero también las culturas, dan sentido a su existencia en términos lineales, donde el presente es precedido por un pasado y seguido por un futuro. En el caso concreto de los estudios semióticos sobre la memoria, es importante tener en cuenta la propuesta de Anna Maria Lorusso, para quien “la memoria reconstruye el pasado a su modo, siempre a partir de un presente y siempre (más o menos conscientemente) en función de un proyecto futuro, o incluso solo de una idea de futuro” (2020, p. 314).

En este sentido, los estudios semióticos sobre la temporalidad, y en particular sobre el futuro, sirven para “desnaturalizar el tiempo” y culturalizarlo (Giannitrapani y Lorusso, 2020, p. 1). En otras palabras, si bien el tiempo puede tener alguna dimensión ontológica y natural independiente de la experiencia humana (el tiempo físico de Benveniste), dicha dimensión llegará a individuos y colectivos siempre culturalizada, es decir, mediada por discursos, imaginarios y, particularmente, textos, que son los artificios culturales que permitirán acceder tanto al pasado como al futuro.

Este artículo busca ser una presentación sumaria del enfoque de la semiótica sobre el futuro, con la esperanza de que investigadores en disciplinas sociales y humanísticas puedan tener una idea sobre los principios que rigen el estudio semiótico del tiempo, así como una idea sobre el método de trabajo a implementar. La semiótica, al igual que los estudios del discurso, es una disciplina empírica que trabaja con corpus analíticos. Por lo tanto, para poder acceder a construcciones específicas que se realizan del futuro (que pueden variar de cultura en cultura, de momento histórico en momento histórico y de actor social en actor social), es fundamental identificar textos (en sentido amplio) que permitan a los investigadores acceder a las visiones de mundo subyacentes.

En este sentido, este trabajo no pretende ser más que una guía sobre lo que la semiótica puede hacer en los estudios interdisciplinarios sobre la temporalidad. En dichos estudios, los aportes de otras ciencias sociales y humanas como la antropología cultural y la historia serán fundamentales para dar cuenta de cómo los seres humanos damos y hemos dado sentido a la progresión temporal.

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Fecha de recepción: 8 de septiembre de 2022

Fecha de aceptación: 15 de diciembre de 2022


DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v20i51.967



1 Números recientes de dos reconocidas revistas italianas de semiótica, Versus (2020) y E/C (2021) versan sobre el futuro.

2 Es interesante en este sentido la reflexión sobre las identidades de las víctimas, que suelen definirse en relación a eventos pasados considerados traumáticos. Ver Gatti (2011).

3 Sobre el pensamiento relacional en semiótica, ver Moreno (2020a).

* Docente en la Facultad de Administración y Ciencias Sociales de la Universidad ORT Uruguay. Correo electrónico: morenobarreneche@gmail.com

Volumen 20, número 51, enero-abril, 2023, pp. 35-54
ISSN versión electrónica: 2594-1917
ISSN versión impresa: 1870-0063