Entrevista
Pie de casa, pie de mundo. Oaxaca. Fotografía. 2020. Fernando Bautista.
DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v20i51.978
Sentir el futuro, descentrar la antropología. Una invitación para pensar y hacer etnografía en los bordes. Entrevista a Sarah Pink*
Norma Bautista Santiago**
Raúl H. Contreras Román***
Estamos en la tercera década del siglo XXI, en la que, de entre mucho, sobresalen dos acontecimientos; la guerra entre Ucrania y Rusia y la contingencia sanitaria mundial por Covid-19. El primer evento lo observamos un poco de soslayo debido a que sus efectos nos parecen tangenciales, nos ocupamos de ello como espectadores en tiempo real gracias al avance tecnológico de los medios de comunicación y las plataformas digitales. El segundo acontecimiento nos ha interpelado en formas múltiples y por lo menos en tres niveles; el personal, el colectivo y el planetario. Durante tres años la pandemia ha cimbrado muchas de las certezas de nuestra vida en el orden de lo cotidiano, lo social y lo globalizado.
Tras esa crisis o más bien, en medio de ella, la incertidumbre y la emergencia se manifestaron en nuestro día a día sin previo aviso, obligando a la humanidad a poner en marcha dispositivos para hacer frente a la situación. Se pensaba en las probabilidades que cada uno de nosotros y de nuestros seres queridos teníamos de sortear esta situación a partir del estado personal de salud; además, se empezaron a idear las diferentes posibilidades de lo que estaba por venir. El futuro, por incierto, nos alcanzó, y con ello, una serie de reflexiones que han hecho de esta noción, un término en boga.
Antes de ello, el futuro como categoría presente en las ciencias humanas y sociales, ya empezaba a hacer ruido, a partir de la expectativa de que el año 2000 sería un tiempo donde los robots desplazarían a los humanos y los automóviles volarían en las alturas, donde los estragos de la presencia del hombre en el planeta se traducirían en crisis poblacionales, escasez de agua y la extinción de los recursos naturales no renovables. Donde la desigualdad se acrecentaba y las minorías seguirían sometidas por las clases dominantes. Se vislumbraba un futuro distópico y desalentador. Pese a las innumerables tensiones y los momentos de crisis, la humanidad ha encontrado alternativas para el tiempo por venir, ¿cómo lo han hecho?, ¿en qué los han cimentado?
Desde la antropología una de las voces que han estado presente en la discusión sobre la construcción de futuros es Sarah Pink, a quien invitamos para platicar sobre cómo etnografiar el futuro, en el conocimiento que es una dimensión temporal que no le pertenece a nadie, porque es un tiempo que no llega aún. Ella es una antropóloga de origen británico que en las últimas décadas ha contribuido al debate teórico y metodológico de la antropología del futuro o, mejor dicho, de los futuros. De 2015 a 2017 dirige el Centro de Investigación de Etnografía Digital de la Universidad RMIT, Australia, donde fue catedrática distinguida de 2016-2018. Desde 2018 es catedrática y directora fundadora del Laboratorio de Investigación de Tecnologías Emergentes de la Universidad de Monash. Como investigadora tiene un sello interdisciplinar, siempre interesada por el método etnográfico y atenta a una gama de temas diversos que van desde el género, el diseño, la tecnología y desde luego, el futuro.
Siempre con el enfoque en un trabajo colaborativo, ha discutido sobre cómo debe ser el futuro de la antropología y su método, dando relevancia a dos dispositivos de salida: lo visual y lo digital. En la introducción al texto Anthropologies and Futures. Researching Emerging and Uncertain Worlds (2017) Sarah Pink junto con Juan Salazar presentaron delinearon una agenda que pretendía ser el punto de partida de las antropologías del futuro. Basada en una etnografía antropológica crítica y comprometida a enfrentar e intervenir los desafíos de los futuros disputados y controvertidos. Ha realizado trabajo en Europa en países como España y Australia, manteniendo vínculos con Latinoamérica, en la búsqueda de producir conocimiento desde lugares y teorías no centradas. Es reconocida por su trabajo en el campo de la antropología del diseño, mismo que realiza en colaboración con otras disciplinas.
Pink revela como importante que la antropología conozca cómo la gente imagina su futuro por medio de expectativas, incertidumbres, aspiraciones y esperanzas; pero considera que ese acercamiento es una antropología de los imaginarios del futuro, no necesariamente del futuro. Para hacer antropología del futuro, Sara Pink considera que hay que sentir lo que podría ser el futuro, es decir, trabajar con la gente para inventar y experimentar con experiencias nuevas que serán la pauta para pensar qué queremos, cuáles son los objetos, las tecnologías, la naturaleza, cómo queremos que sean las cosas y nuestros ambientes en el en el futuro para facilitar las sensaciones y emociones que queremos sentir. De eso nos hablará en seguida, además de la incertidumbre y la emergencia como posibilidades creativas.
–Muchas gracias por aceptar Sarah. Es para nosotros un honor tenerte acá y poder registrar tu entrevista en la Revista Andamios. Nuestra convocatoria parte de la idea de que, hacia finales del siglo XX y comienzos del XXI, el interés académico por el futuro pareció desaparecer. Son los años en que se comienza a hablar del fin de la historia, la crisis de las utopías, la continuidad del presente y el presentismo, y demás. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, en los últimos años, quizá en la última década, ha habido un florecimiento del interés académico en Antropología, Sociología, Geografía, en todas las disciplinas de las Ciencias Sociales por el futuro y los estudios del futuro. ¿A qué crees tú que se debe este re-interés por el futuro?
–Sí, eso es curioso, porque siempre hay “olas” en la investigación. Y es cierto que son “olas” hacia el futuro o los futuros que salieron en los últimos diez años. Creo que muchas veces, —y vi el mismo proceso con la antropología de los sentidos o para mí— la antropología sensorial y con la antropología visual- estas líneas de investigación, por ejemplo, los futuros, está presente y sigue presente por ejemplo, en el trabajo de Samuel Collins y algunos otros antropólogos, pero nunca llegó a estar centrado. Muchas veces porque las teorías más influyentes en esos tiempos servían para, —si quieres— suprimir el estudio de los futuros. Por ejemplo, la teoría más dominante para mí, en este sentido, ha sido el acercamiento a la ética de la antropología. O sea que este giro hacia la reflexividad nos llevó a enfocarnos siempre en el pasado. Y este acercamiento de la antropología ha dominado desde los años 80, o justo antes de los años 80.
Recuerdo que cuando yo era estudiante, que sucedió el giro reflexivo (reflexive turn), y de repente todos los antropólogos teníamos que escribir en el pasado, por motivos éticos: para no cristalizar a la gente en un presente continuo, para respetar a los procesos históricos, para respetar a la especificidad del momento en el cual habíamos producido conocimiento de manera colaborativa con una persona particular y un grupo de personas particulares. Por lo tanto, para mí este fue el impedimento más grande, más enorme, al acercamiento del futuro en la antropología. Pero cuando digo ‘impedimento’ no digo que este giro al pasado, a la reflexividad, no haya sido muy, muy importante. Y para mí, el reto entonces para una antropología del futuro o una antropología de los futuros es compaginar el respeto a la persona, a la comunidad que participa en la investigación y la ética antropológica, con la necesidad de participar en los debates sobre el futuro –para mí, como antropóloga– y en los debates interdisciplinares.
Regresando un poco a la cuestión que sucedió hace diez años, los antropólogos se han abierto muchísimo a estudiar el futuro. Y también en otras disciplinas, lo hicieron desde antes (la Geografía, la Sociología), desde hace, quizá, 20 años. Se empezó a enfocar en la anticipación, en las expectativas, y todas esas cuestiones. Y para mí, la antropología ha seguido este giro: hacia la anticipación, hacia las expectativas, hacia los imaginarios de futuro. En este caso, este acercamiento antropológico a la anticipación, estudiar la anticipación en el presente, estudiar las expectativas o los imaginarios, en el presente, no es necesariamente una antropología del futuro. Ni es una antropología que entra a las posibilidades de los futuros. Es una antropología de la anticipación, es una antropología de las expectativas, es una antropología de la imaginación; es una antropología que estudia lo que hace la gente hoy, en el presente. Y es, de alguna manera, igual. Igual está escrita en pasado.
Por ejemplo, un antropólogo, una antropóloga, podría estudiar con un grupo de personas –de forma muy reflexiva, muy colaboradora– cómo este grupo de personas anticipa el futuro. Y luego escribir en pasado esos textos. O sea: “yo fui y con las personas imaginamos cómo sería el futuro en este momento, en el año 2022”. Esto no es una antropología en el futuro ni del futuro. Es una antropología de los imaginarios del futuro en el presente-pasado. Por lo tanto, para mí, una antropología que realmente se acerque al futuro, que realmente participe en lo que podría ser el futuro, es una antropología que trabaja más con la cuestión de cómo se pueden imaginar las sensaciones que experimentaríamos en el futuro; cómo podemos colaborar con personas y gente que participa en la investigación para sentir lo que podría ser el futuro; cuáles son las sensaciones corporales del futuro, de situaciones en las cuales nos podremos encontrar en el futuro; cómo podemos simular esas sensaciones, cómo las podemos experimentar como si estuviéramos en el futuro; como si nos encontráramos en una situación imposible, porque no existe en el presente. O sea: cómo podremos hacer que una situación existiese en el presente, que sería una situación, no quiero decir “imposible” pero quiero decir siempre imposible.
Y, para mí, esa es una antropología a base de la experimentación, la curiosidad, la imaginación colaborativa con la gente que participa en la antropología con nosotros. No es estudiar lo que experimenta la gente en el presente ni lo que imaginan en el presente. Es trabajar con ellos para inventar y experimentar con experiencias nuevas.
–Es interesante lo que nos planteas y me lleva a otra pregunta, vinculado a los conceptos que traes a colación, relacionados con este imaginar colectivamente los futuros. Lo que te queremos preguntar en particular es si el futuro, o los futuros, sobre los que hoy escribes, sobre los que hoy piensas, sobre los que hoy imaginan las ciencias sociales y las antropologías, difieren o de los futurismos modernistas del siglo pasado. Y si difieren, ¿en qué sentido difieren? Los futuros que hoy exploran las ciencias sociales, por ejemplo, ¿se hacen cargo de las respuestas tecnocientíficas a las crisis de la modernidad?, ¿podemos salir de ese imaginario tecnocientífico para pensar futuros?, ¿estamos pensando futuros –en dado caso– diferentes a los de los futurismos modernistas?
–Claro que los futuros que ya son parte de nuestro futuro, siempre influyen en nuestra capacidad de imaginar futuros. Quizá respondo de otra forma, porque los estudios que hemos hecho de las visiones del futuro de la industria, de la política, etcétera, estos futuros sí son… Sí, por ejemplo, el futuro del auto volador. Este es un futuro que figura muchísimo en la historia de la ciencia ficción, y en las expectativas de los ingenieros, y en los imaginarios colectivos del futuro. También esta imagen aparece en Los Supersónicos, en los dibujos animados del pasado. O sea que el auto volador es parte de nuestro imaginario futuro y también es parte del presente imaginario de los ingenieros del futuro de esta década: que estos autos van a estar en los cielos en el año 2025 o que van a estar en los cielos de modo mucho más fuera del pasado y en el futuro próximo también. Y lo que podemos hacer desde la vida cotidiana es construir otros imaginarios de este tipo de tecnología. O podemos empezar a construir imaginarios en los cuales este tipo de tecnología ni siquiera figura.
¿Cómo podemos empezar a construir imaginarios del futuro a base de cómo nos queremos sentir en el futuro?, ¿cuáles son las sensaciones emocionales, corporales, que queremos experimentar en el futuro? ¿Qué queremos sentir? Queremos sentir la confianza, queremos sentir la esperanza, queremos sentirnos seguros. Y si preguntamos por la base de los imaginarios del futuro, no los objetos, no como una tecnología del futuro o un edificio del futuro, no. Si empezamos con las sensaciones, las emociones y qué queremos experimentar en el futuro y, a base de esto, empezamos a pensar qué queremos, cuáles son los objetos, las tecnologías, la naturaleza, el medio ambiente, cómo queremos que sean estas cosas en el futuro para facilitar esas sensaciones y emociones que nosotros queremos sentir.
–Esto que nos dices ahora, respecto de partir de las emociones, las sensaciones del futuro, antes que de los objetos o las materialidades; o sea, partir de cómo imaginamos sentir, cómo imaginamos vivir el futuro, antes de proyectar las materialidades concretas, nos vincula a un área de tu trabajo que has explorado y que se relaciona con la ética, a la que te referías antes; y, en particular, con la forma en la que en tu trabajo se reclama una ética de la posibilidad, que se distinga, de alguna manera, de los intentos del estudio del futuro de la predicción o de los ejercicios prospectivos, que pocas veces tienen pertinencia sociocultural –la prospección y la ética de la probabilidad–. ¿En qué se distingue la ética de la posibilidad de la que se asienta en la probabilidad? Y, de ahí, respecto de tu trabajo más específico, ¿qué lugar ocupa la incertidumbre en el estudio de lo posible?
–Para mí la incertidumbre es un concepto principal, porque nos abre a la posibilidad y a la contingencia. Y las narrativas que dominan en nuestras sociedades tienen como objetivo mitigar los riesgos, o reducir los riesgos. Tratar con la incertidumbre con el intento de identificar cuáles son los riesgos y evitarlos. Y ahora refiero al trabajo que hice con la diseñadora, Yoko Akama, en Melbourne (Australia) hace unos años, que juntas exploramos el concepto de la incertidumbre a través del diseño y la antropología. Nuestro principio fue que, si nos abrimos a la incertidumbre como fuerza positiva, podemos capturar las posibilidades que nos abre la incertidumbre para construir esperanza y otros futuros posibles. Es decir, que la incertidumbre no tiene que ser una fuerza negativa, una fuerza difícil, una fuerza destructiva. Es cierto que puede ser una fuerza destructiva, pero también puede ser una fuerza positiva para llevarnos a futuros llenos de esperanza y expectativas de lo que queremos. Ese proyecto que hicimos, que sí que fue muy teórico, un proyecto realmente de experimentar y de explorar qué puede suceder en momentos de incertidumbre. Organizamos una serie de talleres que intencionalmente abrieron la posibilidad de la incertidumbre. Construimos situaciones en las cuales, la gente que participaba en los talleres, se encontrarían en situaciones desconocidas o de incertidumbre.
En Inglaterra, Yoko acompañó a un grupo de personas a un edificio más o menos abandonado, para explorar lo no conocido. También hicimos talleres en los cuales las personas se encontraron con materiales y principios para construir objetos desconocidos, sin base de conocimiento, para empezar. Por tanto, queríamos que las personas se sintieran perdidas y que experimentaran incertidumbre, para entender a la incertidumbre como una base de creatividad. Y esto sí que fue súper interesante y muy importante para explorar cómo, para construir nuevas posibilidades y posibles futuros. La incertidumbre es imprescindible. Es y puede ser positiva, generadora, creativa.
–Para vincular dos de las cuestiones que hemos conversado hasta acá, por una parte, la crítica a las matrices temporales desde las que ha pensado la antropología; la crítica que significa pensar desde los futuros, pensar la antropología del futuro, de los futuros, como una crítica a las matrices centradas en el pasado o centradas en el presente. Y, en particular, en las centradas en el presente, la idea del aquí y el ahora de la etnografía como el lugar temporal predilecto de la antropología, adquiere importancia esto que nos mencionas, respecto de la contingencia, del presente como contingencia. En tus textos anteriores lo habías explorado desde un concepto alternativo, que es el de la ‘emergencia’. El presente como un estado de emergencia continua, como un estado de inestabilidad y desestabilización constante. ¿Qué importancia tiene la noción de emergencia para el estudio del tiempo y para el estudio del futuro en la antropología?
–La emergencia es muy importante para entender cualquier temporalidad. Porque el futuro, igual como el presente, es incierto; la emergencia es continua. No podemos decir que, en el futuro, allá en el futuro, hay un lugar fijo que no cambia. El futuro es un lugar que continuamente cambia. Y que, evidentemente, no se podría predecir. Esto es fundamental para mí, en los estudios que hago y en los cuales intento entender cómo será, cómo puede ser el futuro, el futuro es siempre condicional. Lo que intento entender no es lo que va a suceder en el futuro, porque reconozco que el futuro cambia continuamente. Pero lo que quiero entender es cuáles son los principios, los valores, cuál es la ética que formará la base de las acciones de las personas en el futuro. No es decir que en el futuro las personas harán esto; pero es decir que, en el futuro, las decisiones que tomarán las personas tendrán base en “esto, esto y lo otro”. Y si las tecnologías que se ha imaginado esta organización o este informe de una agencia de consultoría o lo que sea, suceden, estos serán los principios a base de los cuales, las futuras personas, podrían tomar decisiones.
–Quisieramos que nos ayudes a puntualizar más de qué manera el concepto mismo de emergencia desestabiliza también otros criterios temporales. Es decir, la antropología que asume el pasado como configurador del presente debiese comenzar a asumir que ese pasado también tiene una posibilidad de emergencia. O sea, pueden emerger otros pasados, otros relatos del pasado y, desde esa lógica, el presente tampoco tiene una estabilidad temporal como la que se presume. Por lo tanto, pueden emerger futuros en este presente o en otros pasados posibles en este presente.
–Claro, porque este mismo momento en el cual estamos ahora, será el pasado. O ya es el pasado, lo que dije hace un segundo. Nosotros –eso es lo que escribo en el libro Emerging Technologies / Life at the Edge of the Future (2022)–, vivimos aquí, en el borde del futuro, y nuestro presente será el pasado y nosotros de repente estaremos en el futuro que no hemos encontrado aún. Y pensar en la vida como algo que vivimos aquí mismo, en el momento de la emergencia. Para mí es el punto que nos conecta a los estudios del presente, del pasado y del futuro. Emergencia, incertidumbre y contingencia, son conceptos que podemos usar juntos; podemos construir relaciones entre estos tres conceptos. Pero las relaciones entre el estado de la emergencia, el estado de contingencia, el estado de incertidumbre, se manifiestan de modos muy diferentes, en diferentes momentos de la historia.
Un ejemplo es cuando empezaron las políticas y las restricciones de la pandemia; estos fueron momentos de cambio radical y de incertidumbre profunda. Un estudio que hice en Inglaterra, con un catedrático de Trabajo Social –Harry Ferguson–, fue alucinante en este sentido. Con trabajadores sociales encontramos que, para que ellos pudieran confiar en su propia capacidad de hacer decisiones adecuadas, siempre habían hecho visitas, en persona, a las familias y los niños con quienes estaban trabajando. De repente, con las restricciones de la pandemia, no podían ni salir de sus propias casas ni entrar a las casas de los clientes. No se podían confiar en lo que veían, no tenían acceso a lo que necesitaban para hacer las decisiones que hacían antes. Se tenían que adaptar muy rápido a hacer su trabajo usando los medios digitales, las llamadas de video, los textos de celular y todo tipo de modo de comunicación digital con las familias con las que trabajaban. Este proyecto nos permitió ver a esas personas en el momento en el cual encontraron el momento de incertidumbre, de ansiedad; momento en el cual había un vacío de confianza, no se podían confiar. Y luego, a entender cómo trataban con esta situación de cambio radical, la contingencia de la situación que salía continuamente; cómo su capacidad de improvisación les capacitó para tratar con la incertidumbre, con la contingencia y con el tiempo de estudiar prácticas de trabajo en las cuales pudieran volver a confiar.
Estos momentos cuando la emergencia de nuevas prácticas, de sensaciones no normalmente encontradas y de emociones muy fuertes de este tipo, no es muy común observar o participar con las personas, o discutir con la gente que participa en la investigación este tipo de situación-emoción. Entonces ese es un ejemplo de cómo se manifiesta la incertidumbre, la contingencia y estos procesos en los cuales ves cómo es vivir al borde del futuro. La intensidad de la vida al borde del futuro. En la vida cotidiana, cuando no experimentamos estos cambios grandes, seguimos viviendo al borde del futuro, pero la intensidad es diferente. La improvisación siempre la vives, la contingencia y la incertidumbre siempre existen, pero no lo vemos. Es invisible porque seguimos improvisando de formas pequeñas, casi imperceptibles; seguimos encontrando las situaciones, la contingencia, la incertidumbre. Normalmente las encontramos con esta sensación, esta emoción de confianza, porque reconocemos lo suficiente para seguir sin una sensación de ansiedad; sin darnos cuenta de que tenemos que adaptarnos a una situación dramáticamente diferente, porque la situación nos parece más o menos igual. Aunque, desde luego, nunca es igual. Siempre, en la emergencia de la vida, siempre los cambios suceden; siempre debemos reconocer la incertidumbre, lo que va a suceder en el próximo momento.
–Queremos invitarte a una reflexión teórica, quizás conceptual, en el sentido de la triada ‘incertidumbre-contingencia-emergencia’. ¿De qué manera conjugan con conceptos centrales de las ciencias sociales y de la antropología en particular, que tienen mucho más que ver con la idea de reproducción, de lo estable, de lo permanente, de la continuidad, del habitus y, en particular, el concepto de cultura? ¿Cómo hacemos conjugar esta triada ‘incertidumbre-contingencia-emergencia’ con ese concepto que hoy nos pesa todavía en la antropología, que es el de cultura?
–Para mí, son dos ramas de la antropología. Una, la antropología culturalista y otra la antropología fenomenológica. Yo sigo una rama de la antropología mucho más fenomenológica, con lo cual sí reconozco que siempre hay una capa de representación, de representación simbólica, de representación lingüística, en el idioma, en las imágenes. Siempre, sí que existe. No tengo un acercamiento no-representacional extremo. Pero mi acercamiento me orienta a no hacer cuestionamientos sobre la cultura y la estabilidad de la cultura. Me orienta más a hacer preguntas o preguntarme cuáles son los conceptos que a mí me apoyan en mi trabajo. Entender los procesos, las experiencias y las posibilidades que yo quiero entender. O sea que, como antropóloga –y como todos los antropólogos–, no puedo responder a todas las preguntas centrales a la disciplina, por lo tanto, me oriento a las preguntas que a mí me conciernen porque me parecen muy pertinentes para el objetivo específico de entender futuros desde una perspectiva antropológica o, más bien, desde una perspectiva de antropología interdisciplinar. Y abrir la posibilidad para la antropología del futuro o, lo que yo llamo, futures anthropology/antropología futurista, para participar en debates y campos mucho más interdisciplinares.
Al hacer esto reconozco también que pierdo una parte de la contribución antropológica que podría hacer. Como dice la antropóloga Marilyn Strathern la antropología es una comunidad de críticos. Dentro de la disciplina participamos, debatimos; nuestras contribuciones son para el bienestar y para hacer avanzar la disciplina, la teoría, la identidad de la disciplina, la identidad colectiva que tenemos con todos nuestros compañeros. Y reconozco que, para mí, el perseguir una “futures anthropology/antropología futurista” es concretamente para intervenir en debates más públicos y más interdisciplinares que necesariamente teóricos o estrictamente antropológicos. Tengo menos tiempo para participar en la antropología y también tengo menos interés. Porque mi interés en la antropología es contribuir, es avanzar y expandir la antropología a otros campos y al acercamiento del futuro interdisciplinar que a mí me principalmente interesa.
En algún sentido, esto supone dirigir una parte de la antropología en una dirección, no quiero decir contradictoria, pero, fuera de su intento mayor, el mainstream/corriente dominante. Es descentrar la antropología. Yo no soy la única persona que sea crítica de lo que es el centro, del supuesto centro de la antropología; hay muchas críticas decoloniales, muchas críticas feministas y otras críticas de lo que ha sido el centro de la antropología. Para mí también otra parte que tiene que ver con el futuro de la antropología, para la supervivencia de la antropología, es que tenemos que expandir y dirigir la antropología en otras direcciones. Algunas de ellas serán en contra de su centro, de su mainstream.
Por lo tanto, a mí me interesa muchísimo menos el desarrollo de la antropología cultural de los Estados Unidos. El desarrollo de la antropología británica me interesa más, porque soy de ahí y ha sido lo que he experimentado en mi carrera, durante la licenciatura y el doctorado. Tampoco me interesan los debates centrales de esta antropología, del supuesto centro. Es otra razón por la que me ha encantado mudarme a Australia. Porque, para mí, trabajar desde un lugar no centrado es muchísimo más interesante como antropóloga; es un lugar que me inspira para pensar cómo podrían ser los futuros. Mis trabajos y mis colaboraciones han sido aquí en Australia, en los países nórdicos, que también están al borde de Europa; en el sur de Europa, en España y Portugal; y en Brasil. Entonces, en este sentido, lo que me interesa como antropóloga realmente no es encontrarme en los debates de los conceptos centrales de la antropología tradicional y convencional. Lo que más me interesa de estos debates, es expandir la antropología a los lugares, los bordes(edges)/lados/ángulos, los nuevos bordes (edges).
El futuro es un borde/edge que también es muy interesante, porque el futuro -es una cosa que he escrito en los libros colectivos que publicamos en 2022 –Energy Futures– el futuro no es el hogar de nadie. También nos libera al pensar a quién pertenece el futuro, que es otra cuestión difícil de responder. O sea que, si respondimos la cuestión, que el futuro no pertenece a nadie porque nadie aún vive en el futuro, nadie puede vivir en el futuro, eso nos libera de muchas de las cuestiones de los derechos que tenemos como antropólogos a acercarnos a este borde/edge, o trabajar en este borde/edge. O con quién queremos trabajar en este borde/edge, con quién queremos colaborar en los futuros que no son de nadie y que tenemos la libertad de trabajar con ellos en la incertidumbre, en la posibilidad.
–Es también una oportunidad para la esperanza, esto que dices.
–Sí, en lo absoluto. Sí, la esperanza no solo para el futuro del mundo, también esperanza para la antropología, para ser una disciplina diferente, no centrada.
–Tenemos conocimiento que desde el inicio de tu trabajo académico y que en toda tu trayectoria ha estado presente la etnografía como un elemento central de la investigación. Actualmente, en el campo científico que hoy nos toca vivir, donde las fronteras disciplinarias parecen difusas, ¿qué tipo de etnografía se requiere para estudiar los futuros? O, ¿qué puede aportar la etnografía al estudio de las formas diversas en que la humanidad imagina y construye esos futuros?
–Yo creo que los principios antropológicos de la etnografía, la idea de que la etnografía es un proceso de aprendizaje, la etnografía es un modo de colaborar con personas reales en los lugares en los cuales se encuentran –aunque este lugar sea el futuro, o el futuro imaginado, experimentado–; es de acompañar, colaborar, respetar, todos esos principios son imprescindibles en la etnografía. Y tienen que ser imprescindibles en el futuro de la etnografía que intenta entender los futuros.
Pero, a la vez, los métodos que usamos como antropólogos también son muy situacionales. Y no solo tienen que ver con los lugares en los cuales nos encontramos ni con la gente con que colaboramos ni las cuestiones que preguntamos. También hay otra cosa que es muy importante que es la igualdad entre antropólogos. Qué métodos puedes usar si eres una madre que tienes hijos y no puedes ir a hacer trabajo de campo sola en un sitio remoto durante un año. Hay muchísimas cuestiones también que nos ayudan a centrar en qué puedes hacer trabajo de campo, dónde lo hacemos y cómo lo hacemos; si lo tenemos que hacer en trozos de tiempo, mientras tenemos muchas otras obligaciones y responsabilidades en nuestras vidas. ¿Cómo hacemos este tipo de trabajo de campo? Esto nos ayuda con la cuestión de cómo abrimos futuros, con quiénes abrimos futuros y cuáles son los métodos que podemos enganchar o desarrollar para pensar futuros.
Un camino es trabajar con las disciplinas en las cuales el futuro nunca ha sido problemático. Y esto también ha sido uno de los motivos por los cuales trabajo con diseñadores. Los diseñadores tienen un montón de métodos que utilizan para hacer talleres, en los cuales se imaginan futuros con personas en situaciones artificiales que han construido. Por ejemplo, trabajo con diseñadores en el proyecto que tenemos ahora que es Digital Energy Futures, hemos trabajado de forma digital durante la pandemia y en persona, para hacer nuestro documental Digital Energy Futures, que lanzamos en 2022; y también hemos trabajado con unos diseñadores en nuestro equipo para diseñar talleres que hicimos online - por la pandemia- y en persona, con gente que participa en la investigación y hemos construido escenarios en los cuales podrían participar. También en dos proyectos hemos construido lo que llaman los diseñadores thing ethnographies/etnografías de cosas; en las cuales hemos pedido que la gente que participaba jugara el rol de una tecnología. En el proyecto de Digital Energy Futures les pedimos a la gente que inventaran primero una tecnología del futuro que se ocuparía de que su familia estuviera segura, que se ocupe de la salud, la comodidad de su familia, en un futuro con tiempo extremo, temperaturas extremas y también con virus.
Algo que tenemos en Melbourne (Australia) es el ‘asma de las tormentas’, tormentas que traen asma y que puede ser fatal para la gente. Y también situaciones de incendios, que también tenemos muchos de estos en Australia, que empeoran la calidad del aire. Les pedimos que imaginaran entonces tecnologías. Normalmente, las tecnologías que se imaginaban fueron una combinación de aire acondicionado con filtros y tecnologías de purificación del aire. Y luego les pedimos que jugaran el rol de la tecnología en una entrevista con un científico social, unos investigadores que jugaban el rol de energy grid/red de energía, que es la infraestructura que entrega la energía, la electricidad a los hogares. Al poner a estas personas en la posición de la tecnología y crear esta tecnología para proteger a la familia contra la calidad del aire, les ayudó a pensar en qué quería la familia. Entonces, imaginar futuros desde la perspectiva de una tecnología, nos ayuda a pensar en cómo la tecnología puede tener como sus motivos principales proteger a las personas en el futuro, cuidarles en el futuro, proteger sus datos, su salud y todo.
Hicimos algo parecido en otro proyecto en el que queríamos entender cómo la gente se sentiría sobre la tecnología de los sensores en el espacio público, en un parque de la ciudad. Igual, les pedimos a la gente que participaba en el parque que jugaran el rol de un sensor. La actividad se llamaba “If I was a sensor/Si yo fuera un sensor”. Entonces, si yo fuera un sensor, yo compartiría los datos que recojo solo con nuestra organización, o yo compartiría los datos con el público; yo facilitaría que el público hiciera “esto” con los datos; yo cuidaría al público porque recojo datos de cierto tipo, sobre la calidad del aire o sobre el medio ambiente; yo cuido al medio ambiente porque hago “esto”. Cuando le pides a una persona que se imagine en el futuro, es muy difícil. Pero si le pones una situación específica en la cual tiene que jugar un rol, así súper interesante, aprendes muchísimo sobre los valores, cómo las personas mismas se quieren sentir, como dije antes. Cómo se quieren sentir en el futuro. Cómo podemos expandir el imaginario, cómo se podría sentir en el futuro en relación a cierta tecnología y cómo estas tecnologías les pueden cuidar y ayudar.
Como referente a las tecnologías, porque estos dos proyectos y mucho de mi trabajo tiene que ver con los posibles futuros y las tecnologías, en mi libro yo veía las tecnologías emergentes. Los dos son emergentes (tecnología y futuro) porque ha habido un incremento en el mercado de la tecnología de filtración y purificación del aire durante la pandemia. Y claro, también los sensores se han estado instalando más y más en las ciudades. Para mí, estudiar estas tecnologías emergentes nos abre la posibilidad de estudiar la vida al borde del futuro, porque a través de entender las posibilidades que abren estas tecnologías, desde el punto de vista de las personas que las podrían experimentar en un futuro posible, podremos también construir una narrativa diferente a la narrativa de los discursos dominantes que nos dicen que estas tecnologías nos van a traer ciertos beneficios a la sociedad y que nos van a solucionar ciertos problemas que la sociedad supuestamente tiene. Evidentemente, como hemos demostrado en los estudios de mi Lab (Emerging Technologies Research Lab) y muchos otros estudios, estas soluciones no solucionan problemas. Lo que hacen es que abren problemas nuevos y la necesidad para más financiamiento, para más proyectos de ingeniería y tecnología para solucionar estos nuevos supuestos problemas; y así aumentan este ciclo de investigación y financiamiento de proyectos en ingeniería y tecnología.
Mientras, para mí, creo que, si se empezara a financiar más proyectos de futures anthropology, podríamos llegar a otros modos de seguir hacia un futuro con la tecnología que no crearía la necesidad para tantas soluciones nuevas. Abriríamos las posibilidades tecnológicas para el futuro, en lugar de buscar las soluciones tecnológicas. Si pensamos en posibilidades, en lugar de soluciones, que las soluciones buscan fines. En lugar de buscar fines y crear soluciones, si buscáramos posibilidades que proceden con la emergencia, tendremos más oportunidades de vivir con las tecnologías del futuro y diseñar mejor.
–En tu trabajo siempre se ha postulado ubicar a las personas y a sus prácticas cotidianas en el centro de la investigación sobre el futuro y los diseños del futuro. ¿De qué manera el estudio de la vida cotidiana y de los imaginarios de futuro en ésta, pueden llegar a desestabilizar la centralidad de esos imaginarios tecnocientíficos convencionales sobre el futuro?
–Creo que la forma de intentar desestabilizar estos acercamientos que dominan tanto es demostrar el conocimiento que no tienen. Porque saben que existe conocimiento de los humanos, que no tienen, y siguen intentando buscar este conocimiento por encuestas, por el trabajo cuantitativo, siempre citan a los estudios cuantitativos. Y un ejemplo buenísimo es que ahora se dice que hay una falta de confianza pública en las organizaciones, en las tecnologías, etcétera. Esta falta de confianza es una enorme preocupación para las consultorías, para las organizaciones, para la industria de tecnología y para el gobierno. Es un declive en la confianza, por ejemplo, en Australia. Si podemos demostrar que hay otra forma de entender la confianza y demostrar dónde se aumenta y se fomenta la confianza; qué es la confianza, cómo podemos empezar, con base en la confianza que actualmente existe y cuáles son las implicaciones; demostrar que diseñar en la vida cotidiana, con la gente, esto sí aumenta la confianza. O sea que esto nos lleva a diseños que ya tienen la confianza de las personas que los van a usar. Si podemos demostrar que el camino hacia la confianza es otro camino, creo que eso es un comienzo.
También las organizaciones con las que trabajamos nosotros son las organizaciones que ya reconocen que quieren diseñar bien. Por ejemplo, el proyecto que comentaba de los sensores. En este proyecto colaboramos con un grupo en City of Melbourne (el Ayuntamiento de Melbourne cuidad) en la administración de nuestra ciudad, que también trabaja con tecnologías emergentes. Trabajamos con ellos porque este grupo quería hacerlo bien, quería instalar sensores de forma ética, quería involucrar a la comunidad, quería escuchar a la comunidad, quería realmente estar involucrada con la comunidad, la sociedad, con las personas que se iban a beneficiar de los sensores. Por lo tanto, hay muchas puertas abiertas por diferentes motivos. Pero para mí, la esencia del éxito de la tecnología emergente tiene que estar basada en la ética de la gente, en la confianza de la gente, todos esos valores que surgen y emergen en la vida cotidiana. Eso para mí es donde tenemos que diseñar y donde podemos demostrar el valor del diseño, desde la base de los valores de la gente, de las comunidades que realmente harán uso de esta tecnología.
–Aún asumiendo que esos futuros son los que la gente desea sentir, las cosas que desea sentir, el cómo desean vivir, incluso la confianza que pueda establecer con esos futuros próximos, ¿hay también una vigilancia respecto de los riesgos de que estas formas de imaginar desencadenen futuros no deseados?
–Ese es siempre el conflicto y la dificultad. Cómo podemos construir futuros que sean éticos para todos o éticos para nuestro futuro medio ambiente, para el clima, para el mundo, para la salud del planeta. Porque, claro, no hay un acuerdo universal del camino que queremos seguir. Esto para mí es la atención que tenemos que trabajar. Por ejemplo, el trabajo de nuestro equipo tiene que ver con una transición al Net Zero, a las cero emisiones de carbón. Y este proceso es súper curioso para mí, como antropóloga, porque claro que este proceso tiene una ambición específica y puede ser que haya personas que no quieren compartir este camino. Quizá hay personas que prefieren los autos de petróleo –en nuestra realidad, sí que las hay, la cultura de los autos es enorme aquí– y quizá hay personas que no estarían dispuestas a cambiar su forma de vivir para el beneficio del medio ambiente, para mitigar el cambio climático. Cómo podemos incorporar los futuros que quieren sentir esas personas, ¿se deben respetar esos futuros o no? O cualquier proyecto político que tiene de base una ideología, una visión de una sociedad y un planeta mejor, es muy difícil cuando llegas a esta cuestión, de cómo construir un futuro más amplio, más grande, más universal que sea mejor. Yo creo que los antropólogos normalmente empezamos con lo particular, con lo específico. De ahí tenemos muchísima capacidad de pensar cómo construir los futuros desde estos proyectos pequeños, específicos. Pero, ¿cómo se consigue trasladar y expandir esta práctica, esta visión, a una visión nacional o una visión mundial? Yo no tengo la respuesta.
–Pensando en eso. ¿De qué manera los futuros imaginados generan también o, posiblemente, pueden generar externalidades en otros espacios? De qué manera pensamos más allá de nuestras comunidades. Por ejemplo, volviendo al caso que nos planteas de la transición energética. Cuando nuestra imaginación está capturada por el litio, por ejemplo, no pensamos las nuevas externalidades que se generan en aquellas comunidades productoras, ahí donde se extrae el litio. Entonces, además de pensar las disputas por el futuro entre aquellos que quieren un futuro verde, una transición ecológica, entre aquellos que quieren futuros dispares, pensar también cómo el futuro de ciertas comunidades posiblemente podría generar externalidades en los futuros de otras comunidades.
–Esas tensiones también forman parte de lo que, para mí, debería ser parte del campo de la futures anthropology. De hecho, es una cuestión que exploro en el proyecto en el que estoy trabajando ahora. Estoy desarrollando un documental nuevo sobre el futuro del aire. Y este proyecto tiene como su cuestión principal esta tensión: cuál tiene que ser la prioridad en el futuro, ¿protegernos nosotros los humanos, protegernos de la calidad de un aire que te llena de virus, de alergias, de polución, de los efectos de los incendios?, ¿nos protegemos a nosotros de este aire, con tecnologías de purificación, de filtración, para la temperatura también? O ¿es nuestra obligación proteger a nuestro aire de nosotros? Si pensamos que el cambio en el clima, que nos ha hecho falta proteger el aire, que no se dañara tanto el aire, ¡para que nos tengamos que proteger del propio aire, de esta fuente de la vida, lo que respiramos! Lo hemos dañado tanto. Debería ser nuestra responsabilidad cuidar y proteger el aire de nosotros. ¿Cómo protegemos a este mismo aire de nosotros los humanos?, ¿cómo dejamos de dañar el aire por la extracción de los recursos de la tierra?, ¿cómo protegemos el aire del transporte, de las tecnologías de purificación y filtración, de la fabricación de estas tecnologías? Estas tecnologías dañan el aire, cada vez más. ¿Cómo rompemos este ciclo de destrucción y protección en el cual nos encontramos ahora? Eso es lo que quiero, me estoy acercando a esta cuestión en el nuevo documental, trabajando con gente en sus hogares, con sus preocupaciones, para su propia salud en el futuro, pero también para su propio medio ambiente en el futuro. Quiero hablar con expertos en la calidad del aire, expertos en la pandemia y no quiere decir que mi documental va a solucionar este problema, pero quiero proponer esta tensión como algo que tenemos que enfrentar como académicos, como público; algo que tiene que pensar la industria, los gobiernos. Y también creo que trabajar este tema de la tensión es un objetivo principal para los antropólogos del futuro.
–Finalmente, nos gustaría preguntarte, retomando un poco el Manifiesto de Antropologías del Futuro, elaborado en el marco de la Asociación Europea de Antropología. Quienes firman, se definen como transdisciplinarios y transnacionales, “obstinadamente”, dicen. Respecto a ese último punto, ¿cuál crees tú que son los horizontes del estudio del futuro emergente en el Sur Global? y ¿qué papel le otorgas a la realidad y al pensamiento latinoamericano en la construcción de futuros alternativos?
–Para mí es principal trabajar desde América Latina, trabajando en español también. Trabajar desde el sur, desde América Latina, la teoría y los conceptos, reformando la disciplina de la antropología, con los conceptos que se desarrollan en diálogo con el trabajo de campo en América Latina, con todo lo que se hace. Trabajando futuros de forma que no se respeten, necesariamente, la teoría y los principios de los supuestos centros. Y también, para mí, es muy importante no enviar a los académicos de América Latina y de otras regiones del Sur a los Estados Unidos o Europa para aprender. Es mucho más importante enviar a los académicos de Inglaterra, de los Estados Unidos, de Europa, a las regiones del Sur, para que aprendan a pensar de nuevo. Esto para mí es lo principal. Es principal trabajar de nuevo los futuros, los conceptos, los lugares que no están en lo que es supuestamente el centro, y reconocer que no deberíamos ni siquiera tener un centro en la academia.
Fuentes consultadas
Pink, S. (2022). Emerging Technologies/Life at the Edge of the Future. Oxford: Routledge.
Pink, S. (Dir.). (2022). Digital Energy Futures. 22 mins. Documentary film. Emerging Tecchnologies Research Lab, Monash University. Australia.
Pink, S., Ellsworth-Krebs, M., Köhne, N., Ortar, E., Dueholm R. y Dahlgren, K. (2022). Everyday Futures, Spaces and Mobilities. En Abram, S., Waltorp, K., Ortar, N. y Pink, S. (Eds.). Energy Futures. De Gruyter.
Pink, S. y Salazar, J. (2017). Anthropology and Futures: Setting the Agenda. En Anthropologies and Futures: Researching Emerging and Uncertain Worlds. Londres: Bloomsbury Academic. pp. 3-22.
Pink, S. et al. (2016). Etnografía digital. Principios y prácticas. Madrid: Morata.
Strathern, M. (2006). A Community of Critics? Thoughts on New Knowledge. En Journal of the Royal Anthropological Institute. Núm. 12. pp. 191-209.
DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v20i51.978
* Entrevista realizada a través de la plataforma Zoom el 14 de octubre de 2022. Con la colaboración de Berenice Vargas García, Departamento de Antropología, UAM-Iztapalapa. Correo electrónico: berenice.vargs@gmail.com
** Doctorante en Ciencias Antropológicas de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, México. Correo electrónico: norma.bautista.santiago@gmail.com
*** Investigador en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM. Correo electrónico: rcontreras@ceiich.unam.mx
Volumen 20, número 51, enero-abril, 2023, pp. 303-321
ISSN versión electrónica: 2594-1917
ISSN versión impresa: 1870-0063